SUFRIR

Treball1Lo digo ya de entrada: Soy partidario, en cualquier circunstancia, del derecho a decidir. Decidir sobre mi nación, sobre cómo se gestionan los bienes públicos, sobre mi trayectoria vital, ¡sobre lo qué sea! Y en el primero de los casos, puesto en la disyuntiva de escoger entre ser independiente o continuar unido a España, reclamo mi derecho a decidir, teniendo en cuenta que la decisión (no tomada aún) dependerá de muchos factores. Y quizá el más importante sea el coste que pueda implicar en el plano individual y colectivo.

Dijo Companys, el presidente mártir: “Volveremos a luchar, volveremos a sufrir, volveremos a vencer”. No se deben perder de vista las tres etapas. A luchar, lo que se dice luchar, aún no se ha empezado. Se está en una fase preliminar de entusiasmo colectivo realmente admirable, de fiestas y actos emotivos, necesarios y legítimos, aunque a veces afectados por declaraciones políticas mediocres o excesivamente populistas e interesadas.

A raíz de la última manifestación del 11 de septiembre, detonante del estallido social (y del derrumbe político del presidente Mas), se ofrecieron las estadísticas de asistentes sin ninguna de las habituales discrepancias. Fuera cual fuera la cifra, fue muy alta y base suficiente para las posteriores acciones emprendidas. Pero no era aún la lucha, sino el desfile previo a ésta. Desgraciadamente, no se ha difundido tanto la cifra de los que hicieron el esfuerzo de presentar su liquidación de impuestos en la Agencia Tributaria Catalana en lugar de hacerlo en la española. Aquí había un pequeño riesgo (percibido aunque no divulgado) de problemas administrativos, retrasos o confusiones que hubieran implicado tiempo y quizá dinero. Y me temo que esto fue la causa de que muy pocas personas se adhirieran a la propuesta, razón por la que no se divulgó la estadística.

El otro día, en un espectáculo, oí que alguien comentaba lo incómodas que eran las sillas, diciendo:”son como las del Camp Nou (concierto por la Independencia). ¡Cuatro horas! ¡Lo qué se ha de hacer para la Independencia!”. Callé, porqué la intransigencia está a flor de piel, pero le hubiera dicho: “Por la independencia se ha de hacer mucho más que sentarse en una silla incómoda, mucho más que ir a unas fiestas, mucho más que tomarse la molestia de ir un día determinado a un sitio específico (cadena humana prevista para el próximo 11 de septiembre)”. Si se quiere avanzar hacia la autodeterminación y si, a pesar de los dirigentes chapuceros, se llegara a que la gente pueda decidir sobre su futuro como nación, se tendrá que luchar y se tendrá que padecer. ¡Y mucho! No creo que estén dispuestos a ello los gobernantes que siguen votando con el PP temas tan importantes como la descafeinada Ley de Transparencia, o dejando en el cajón del olvido una ley electoral propia y más justa. No lo harán después de haber levantado la liebre en el momento de mayor debilidad política y económica, en paralelo a la arrogante mayoría absoluta del adversario. No la independencia, sino ni tan sólo el derecho a decidir nos será dado de buen grado, ni en España, ni en Europa, ni en el mundo. No basta con tener razón ni haber batido récords Guiness. Las batallas las vencen quienes tienen más cañones y soldados más sacrificados, y de los primeros vamos muy escasos y no los podemos pagar, y los segundos aún no han tenido su bautismo de fuego.

Pensemos en la famosa frase de Kennedy: “No pienses en lo que el país puede hacer por ti, piensa en lo que tú puedes hacer por el país”. Vencer es la última etapa, primero es preciso luchar y sufrir. ¿Hasta dónde se está dispuesto a llegar?

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