LLUVIA FINA

18 de julio. Fecha nefasta des de una perspectiva que se intenta presentar como lejana. Y lo está pero no tanto.

Artículos por todas partes, muchos desenfocados por ignorancia o por militancia. Primer error: cuando se habla de República, se presenta la imagen del 36. ¡No! La República es la que salió de las urnas del 31, de la cual el rey huyó y que en pocos meses promulgó una nueva constitución con logros importantes en educación, justicia, trabajo y tantos otros ámbitos que estaban anquilosados por siglos de antiguo régimen, de feudalismo y de explotación.

Ya desde el primer momento, por parte de la derecha se procedió a una llovizna de descrédito y boicot, que progresivamente se fue convirtiendo en riada. Cuando el 33 vuelven al poder, gracias a la división de la izquierda, intentan borrar frenéticamente los avances conseguidos. No duraron por el ansia de especulación y clientelismo que los llevó a dividirse, pero mucho del trabajo de derribo estaba hecho. Son los años (31 a 35) del parlamentarismo. Pero ya decía Gil Robles (15.10.1933) “Hay que ir al Estado nuevo y para ello se imponen deberes y sacrificios. ¡Qué importa si nos cuesta hasta derramar sangre!… Necesitamos el poder íntegro y eso es lo que pedimos… Para realizar este ideal no vamos a detenernos en formas arcaicas. La democracia no es para nosotros un fin, sino un medio para ir a la conquista de un Estado nuevo. Llegado el momento, el Parlamento se somete o le hacemos desaparecer“. Después,  al perder ante el Frente Popular (y ya antes de que esto sucediera) se fueron preparando para conquistar dicho “poder íntegro” por las armas.

Afortunadamente las circunstancias son otras. Pero la actitud de los poderes fácticos quizá no ha cambiado tanto. Porqué no olvidemos que, por ejemplo, nuestra “intocable” Constitución se hizo en unos momentos en que sí que era posible la toma violenta del “poder íntegro”, y aún dura. Pero reminiscencias aparte, lo que ahora existe es una lluvia fina, una llovizna, origen del título.

Lluvia fina en educación, especialmente en los centros confesionales que, a pesar de ser pagados en parte con dinero público, van inoculando las ideas retrógradas de la Iglesia. Llovizna en los numerosos medios de comunicación, con un mensaje hedonista y frívolo que pone de relieve personajes y planteamientos que enmascaran los verdaderos problemas sociales de hoy. También lluvia fina en mensajes políticos, como cuando, por ejemplo, alguien enseña un poco la pezuña xenófoba y los demás le responden: “Hombre, ¡te has pasado!, aunque bien mirado, un poco de razón tienes…; sabes qué: te apoyo, pero actúa con un poco más de tacto, ¿eh, compañero?” Lluvia fina que poco a poco va engrosando el caudal, llevándose con ella la débil conciencia crítica de gran parte de la población, dejando crecer sólo los brotes de individualismo y seguidismo ciego, de pesimismo y desafección que tan favorables son a la derecha más retrógrada que es la que ahora está viniendo.

Afortunadamente, cada vez son más los que abren el paraguas de la indignación. No se mojarán. Pero es preciso dar un paso más. Es preciso crear una brisa fresca de distinta orientación que barra las lluvias y los nubarrones de pesimismo que las crean. Una brisa que, progresivamente, vaya llenando la gente de espíritu crítico, de conciencia social, de voluntad de mejora, de abominación de las injusticias que impunemente se están cometiendo. Un viento que evite que la lluvia fina crezca hasta convertirse en riada imparable. Un viento que, si es preciso, se convierta en huracán.

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