LA CONSTITUCION DEL RODILLO

El artículo 159.1. de la Constitución dice:  “El Tribunal Constitucional se compone de 12 miembros nombrados por el Rey; de ellos, cuatro a propuesta del Congreso por mayoría de tres quintos de sus miembros; cuatro a propuesta del Senado, con idéntica mayoría; dos a propuesta del Gobierno, y dos a propuesta del Consejo General del Poder Judicial”.

No veo que diga que obligatoriamente las propuestas tengan que provenir de alguno de los dos partidos que han atado el ser mayoritarios de por vida con una ley electoral que, aunque vieja, mantiene fresca su injusticia. Sigue por lo tanto el rodillo bipartidista, con desprecio hacia las otras formaciones y, aún más, hacia el mandato popular que, en teoría, ostentan. Cuando conviene se pelean (poli bueno, poli malo), cuando conviene confluyen para mantener el bipartidismo populista.

Recientemente, han alcanzado un acuerdo en pocos días, en un ambiente que si por un lado era de paréntesis vacacional, por el otro era netamente preelectoral. Acuerdo dónde todos (menos Rubalcaba, otro de los objetivos) ganan. El PSOE, con su anhelada imagen de estadista con rápida respuesta a cualquier petición exterior; el PP, lavando en un día toda la basura de negativismo lanzada durante años en el Congreso.

Me da la impresión de que con la Constitución ha pasado como el que “tunea” su coche, pero no le repara el motor. Otra imagen sería la de una competición (póngase el deporte que se quiera, aunque quizá el más acorde sería el wrestling más histriónico) en la que se ha cambiado una regla (por ejemplo, limitar el agua en los intervalos), pero en el que el árbitro está leyendo el periódico en un rincón, mientras en el ring, y también en el público, se están atizando antirreglamentariamente.

Es un sarcasmo que se alcance un acuerdo de modificación constitucional en cuestión de días, y en años no se haya conseguido la renovación estatutaria del tribunal que ha de serle referencia. Una muestra más del desprecio de los dos grandes partidos por una verdadera democracia dónde la Constitución fuera una referencia aglutinante y no un arma arrojadiza más para su demagogia populista.

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