FRAILES, PUTAS Y POLÍTICOS

Nuestras autoridades, atentas siempre a la moral ciudadana, quieren multar ahora no sólo la prostitución, sino también los clientes que, débiles ellos, se acercan a las manos, la boca y el sexo acogedor de las reinas de la rotonda. La tentadora y el tentado. Y yo añadiría que deberíamos añadir (y algún juez también) a los proxenetas: los beneficiarios. Las tres patas que sostienen el tinglado. Quisiera extrapolar este razonamiento a la política y sus corruptelas. ¡Adelante!

Existe un refrán catalán que reza: “o todos frailes, o todos canónigos”, predicando la igualdad. Si lo quisiéramos aplicar a la política de hoy en día, se deberían cambiar los protagonistas, pasando al campo de las rameras. En efecto, en la cadena de prostitución (o de pecado, como dicen ellos), existen muy bien definidas las tres etapas: quien tienta, quien peca y quien se beneficia de ello. En el caso del refrán, dado que los protagonistas hacen referencia a temas del más allá, de difícil comprobación, sólo se habla (y muy poco cuando se trata de los propios eclesiásticos) de los dos primeros. Y aún ni eso, puesto que la incitación al pecado también la atribuyen a alguien del más allá. Y en la tierra, la nuestra, la cosa no funciona así.

Los políticos, en sus luchas partidistas, y con un afán suicida que les honra, se tiran los platos, quiero decir las acusaciones de corrupción, a la cabeza. Pero de forma sutil (es un decir), hacen como la Iglesia y sólo hablan de quien pringa en el centro del proceso. No se habla nunca de los corruptores y menos aún de los beneficiarios. Y así nunca se resolverá el problema. Pongamos ejemplos: ¿Alguien piensa que sólo Ferrovial era la empresa compulsivamente melómana en el “caso Palau”?; ¿se puede pensar que todo el dinero fue a los bolsillos de Millet y compañía?; ¿dónde están los “corruptores” que untaban a la espera de recibir, tarde o temprano, algún favor?; ¿dónde están los proxenetas que esperaban al final del proceso recibir una parte sustanciosa de la recaudación? Aquí quisiera aclarar una cosa: no todo ha de ser (¡Ay, lector malpensado!) vertido directamente a las arcas de los partidos políticos; también hay organismos, asociaciones y otros instrumentos de mantenimiento y generación de clientelismo. “No sufras, tu das una ayuda a esta asociación que la necesita, y yo ya me acordaré de ti cuando se hable de recalificaciones…”

En el caso de Valencia, lo mismo: se habla del Bigotes (corruptor, en nombre de otros, o sea “conseguidor” como presuntamente fue Urdangarín), pero no de los que estaban detrás ofreciendo dinero, y si alguno ha aflorado, no se le castiga. Cuando una constructora acepta hinchar una factura para después revertirlo dónde le digan, es también corruptora. Y quién lo recibe, el proxeneta, es tan merecedor de castigo como las otras dos fases del proceso. Y de éste nunca se habla!, a pesar de ser su necesidad insaciable de financiación una de los orígenes del problema.

Sólo con una política austera, que no precise más y más dinero para difundir su demagogia; sólo castigando judicialmente a los tres protagonistas de esta tragicomedia, conseguiremos el objetivo, hoy utópico, de conseguir una política limpia, participativa y enfocada al bien común.

Amén.

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