TODOS A LA CALLE

El señor Rosell manifiesta el PANICO que los empresarios tienen a la hora de contratar, pidiendo un año de exención en el pago de indemnizaciones por despido, entre otras tonterías. La pregunta del millón es: ¿qué sienten los empleados al contemplar “empleadores” como Díaz Ferrán, Ruiz Mateos, y otros?

Pongamos un ejemplo, el de un contratado por un sueldo mensual de 1.000 a 2.000 euros, que al cabo de un año, no satisface las expectativas empresariales. El despido, como mucho, costaría entre 1.500 y 3.000 euros. ¿Ésta es la pérdida que paraliza de pánico al contratante? ¿No será este pobre argumento el caballo de Troya de otras medidas que permitan reemplazar a bajo coste empleados veteranos por jóvenes a mitad de precio?

¿Qué coste para la sociedad representa el empresario que defrauda;  el que vende la empresa a cualquier tiburón internacional y sigue navegando en su yate, esquiando en Baqueira; o incluso el que simplemente, es un mal conductor de su empresa? Si sobran empleados, también sobran empresarios timoratos, fuleros o simplemente ineptos. Si sobran empleados no eficientes, sobran también los que los contrataron.

Cualquier medida sugerida por el eximio señor Rosell, debiera tener su contrapartida. Una empresa la forman empleador y empleados. Una función pública la forman políticos y funcionarios. En ambos extremos de la cadena, se deben eliminar los malos y premiar a los buenos.

Respuesta: Los que aún conservan el empleo, sienten TERROR ante un mal empresario, o a un mal político, que disfraza sus errores con una careta de estricto gestor.

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