EL PANAL BANCARIO

A las moscas se las atrapa con miel.  Esto es lo que ha pasado con el fomento intencionado del consumo más brutal. Después, claro, la deuda… ¡Y venga! A perder los derechos conseguidos con sangre y sudor. Os explicaré una anécdota.

En los años 90, en un pueblo, fundé y dirigí una revista cultural. No incluía artículos de tema político ni de crítica hacia el poder, pero al alcalde, con otras responsabilidades mayores a nivel provincial, le molestaba nuestra existencia. Así que preguntó a un periodista como podría conseguir que desapareciéramos. Lo que él no sabía era que dicho interlocutor era un buen amigo mío, por lo qué me enteré de la conversación.

La propuesta que le hizo sorprendió al mandatario: “Subvenciónalos”. Y ante su perplejidad, añadió: “Haz que se acostumbren a tu ayuda. Que hagan la portada en color, en fin, que gasten lo que les des. Así, si después, de golpe, se lo sacas, no podrán sobrevivir”. Afortunadamente, su manía hacia nosotros no le dejó desarrollar la estrategia propuesta, y mantuvimos la revista una década.

Pero esto es lo que ha pasado. No podemos negar que nos hemos gastado el sol antes de salir. Empujados por los bancos, las autoridades, los medios de comunicación, hemos hecho buena la frase: “gastad, gastad, malditos”. Y ahora, ésta es la base del chantaje al que nos someten. Debido a nuestro comportamiento inconsciente, la cosa está tan mal que tendréis que pagar, no sólo con dinero, sino con vuestra libertad, vuestros derechos, vuestros principios.

Ojalá que cuando esto acabe, lo poco que nos quede no sirva para levantar de nuevo una sociedad consumista y derrochadora. Y que, por encima de todo, nos quede la suficiente energía como para no permitir a los poderosos y a sus esbirros que lo hagan.

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