LA CRISIS EN CALELLA DE PALAFRUGELL

vacaciones12012, julio. Me entretengo mirando en TV3 la cantada de habaneras de esta población marinera. Y, viendo a la gente que asiste, me viene a la mente la grave crisis que estamos padeciendo.

Primero, los que se lo miran desde el balcón de su apartamento con vistas al mar. ¡Pobres! ¡Qué calor! La sal marina entrando en sus pequeños reductos. Quizá se quedarán sin dormir a causa de la fiesta. No se han vestido para la ocasión, no sé si podrían, pero al menos han buscado en el fondo de sus armarios la ropa con las referencias de marca más llamativas. Es un detalle que se agradece.

Segundo, los que están sentados en las gradas. Más calor, y el relente marino que quizá les causará un constipado. Las sillas no parecen demasiado cómodas. Abanicos que no paran.

Y, el colmo, los que se lo han de mirar desde sus yates, sus mallorquinas, hasta hay uno en piragua. Movidos por el oleaje, quizá mareados. Parece que sonríen, pero quizá sea una mueca. Beben cava para soportar el trance.

Esta noche, muchos están sufriendo. Posiblemente, más de uno tendrá que ir a recuperarse a su finca de la Cerdaña. ¡Pobres! Sí, pobres, porqué entre ellos hay muchos promotores immobiliarios que no encuentran clientes; algunos banqueros a los que sus clientes ya no creen; industriales que se sacrificaron vendiendo su empresa productora para pasar a sufrir las caprichosas fluctuaciones de la bolsa y los fondos especulativos de inversión; incluso veo algún político, que aunque quizá no le guste la música, se esfuerza por estar cerca del pueblo que sufre. Me parece incluso percibir algún director de recursos humanos, calmando su alma herida por los despidos que se ha visto obligado a hacer para aumentar la productividad, con la acariciante musiquilla que le adormece. Y aquí y allá, banderas de afirmación nacional, otra fuente de sufrimiento.

Pero hay un punto que induce a la esperanza. Como se ve al pie del escenario, el acto está apoyado económicamente por la Consellería de Cultura y la Obra Social de La Caixa, sin contar lo que ha debido pagar la televisión. Afortunadamente para los asistentes, la entrada se habrá podido ajustar así a la crisis actual. ¿Quién dijo que no hay dinero para ayudar al pueblo doliente?¡Quién!

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