HOMENAJE A AZAÑA

Motivado por el desprecio que el traslado de su busto en las Cortes me ha producido, reflexiono sobre el papel de don Manuel en la política española. Él, con su prestigio, con el débil soporte de un partido pequeño, mantuvo la presidencia de la II República en los años de la Guerra Civil. Su figura de intelectual por encima de las guerras de guerrillas partidistas. Dijo Malraux, al que conoció, que un intelectual es alguien para quién los problemas políticos son problemas morales. En este sentido, Azaña fue un gran intelectual y un gran político, a pesar de los resultados del alzamiento fascista.

¿Cabría extrapolar la situación a los tiempos actuales? Lo dudo. Dudo que alguien con un perfil semejante llegara ni tan sólo a vicesecretario de lo que fuera. Los puestos del gobierno (central o autonómico) se otorgan en función de las luchas maquiavélicas, fratricidas, en el interior de los partidos. ¿Sería la señora Ortega vicepresidenta de Catalunya, si no perteneciera a UDC i estuviera bendecida por el eterno Durán Lleida? ¿Serían algunos ministros, ministros si su nombramiento no obedeciera a las correlaciones de poder entre Opus, legionarios y otras pústulas pseudopolíticas? ¿Son para ellos problemas morales los recortes y su aplicación sobre uno sólo de los segmentos de la población? Para Azaña lo eran.

Como humilde homenaje, me he permitido incluir en mis páginas, un fragmento de mi novela CAMPO DE ESPERANZA, dónde se narran sus últimos momentos y su entierro. Gracias don Manuel por su integridad y ejemplo.

En una humilde ataúd de madera sin barnizar, Azaña, el político distante, aristocrático, líder sin base, el entregado presidente, el último punto de referencia para tantos que apreciaban su postura digna, su ecuanimidad llevada al desprecio por el día a día barriobajero de tantos políticos.

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