AUSTERIDAD 1977

En varios de mis escritos he defendido la necesidad de la austeridad como vía para salir de la crisis y a la vez edificar un nuevo tipo de sociedad que se proteja en lo posible de los agresores externos, aquellos que predican de nuevo el consumismo más enloquecido. He encontrado este discurso sobre el tema -¡del año 1977! -, y me ha parecido útil reproducirlo, intentando evitar la oratoria propia de la época. Evidentemente no le escucharon, y así nos va.

Fragmentos del discurso pronunciado por Enrico Berlinguer en el Teatro del Elíseo.

Roma, 15 de enero de 1977[1]

Dar un sentido y una finalidad a la política de austeridad; pero ¿qué austeridad?

¿De dónde ha salido, de dónde nace la exigencia de ponerse a pensar y a trabajar sobre un proyecto de transformación de la sociedad que fije objetivos y metas tales que puedan ser conseguidos en los próximos cuatro años, pero que se traduzcan en actos, decisiones, medidas que marquen ya ahora el inicio del camino?

Esta exigencia nace de la conciencia de que es preciso dar un sentido y un propósito a aquella política de austeridad que es una opción obligada y perdurable y que, al mismo tiempo, es una condición de salvación para los pueblos de occidente, en general, y del italiano en particular.

La austeridad no es hoy un simple instrumento de política económica al que recorrer para superar una dificultad temporal, coyuntural, que permita la reanudación y la restauración de los viejos mecanismos económicos y sociales.  Esta es la forma como conciben y presentan la austeridad los grupos económicos dominantes y las fuerzas políticas conservadoras. Pero no es así para nosotros. Para nosotros, la austeridad es el medio para contrarrestar de raíz y poner las bases para superar un sistema que ha entrado en una crisis estructural de fondo, no coyuntural; sistema del que son caracteres distintivos el despilfarro y las deudas, la exaltación de los particularismos y el individualismo más desenfrenado, del consumismo las enloquecido. La austeridad significa rigor, eficacia, seriedad, y significa también justicia; o sea, lo contrario de todo aquello que hemos conocido y pagado hasta ahora, aquello que nos ha llevado a la gravísima crisis, los daños de la cual se acumulan año tras año y hoy se manifiestan en Italia con todo su dramatismo.

¿Sobre qué base pueden alzar los trabajadores la bandera de la austeridad?

La austeridad es una lucha efectiva contra la situación existente, contra la sucesión espontánea de las cosas, y al mismo tiempo, premisa y condición material para arrancar el cambio. Así concebida, la austeridad se convierte en un arma de lucha moderna y actualizada ya sea contra los defensores del orden económico y social existente, ya contra aquellos que lo consideran el único sistema posible para una sociedad destinada orgánicamente a quedarse atrasada, subdesarrollada y, como consecuencia, cada vez más desequilibrada, más cargada de injusticias, de contradicciones y de desigualdades.

Lejos de ser pues, una concesión a los intereses de los grupos dominantes o a las exigencias de supervivencia del capitalismo, la austeridad puede ser una opción con un avanzado y concreto contenido de clase, puede y ha de ser uno de los medios con los que los trabajadores acogen una forma distinta de vida social, mediante la cual luchará para consolidar, en las condiciones de hoy, sus antiguos y siempre válidos ideales de liberación. De hecho, creo que en las condiciones de hoy es impensable luchar real y eficazmente por una sociedad mejor si darse cuenta de la necesidad imprescindible de la austeridad.

Pero la austeridad, según sus contenidos y las fuerzas que rijan su gestión, puede ser utilizada como instrumento de depresión económica y de represión política, de perpetuación de las injusticias sociales, o al contrario, convertirse en una herramienta para un nuevo desarrollo económico solidario, para un vigoroso saneamiento del Estado, para una profunda transformación de la actitud de la sociedad, para la defensa y expansión de la democracia; en una palabra, como medio de justicia y de liberación del hombre y de todas sus energías, hoy despreciadas, dispersas o perdidas.

Dos premisas fundamentales para conseguir una “transformación revolucionaria de la sociedad”.

Estamos en un momento en que o vamos hacia una transformación revolucionaria de la sociedad o nos encontraremos ante la ruina común a todas las clases y de aquí se pasará a la decadencia de la civilización, la ruina del país. Y en las condiciones actuales, esto pasa por afrontar los problemas que se están poniendo en occidente a los movimientos de liberación de los pueblos del tercer mundo. I esto tiene dos vertientes: Abrirse a una plena comprensión de las necesidades de desarrollo y de justicia estableciendo una política de cooperación basada en la igualdad, y también abandonar la ilusión de que es posible perpetuar un tipo de desarrollo fundado en la expansión artificiosa del consumo individual, fuente de despilfarro, parasitismo, privilegios, de agotamiento de los recursos y de desastre financiero.

Es por eso que una política de austeridad, de rigor, de lucha contra el despilfarro, se ha convertido en una necesidad inexcusable para todos, y a la vez una palanca para hacer cambiar la sociedad en sus estructuras y sus ideas básicas.

Una política de austeridad no es una política que tienda a la nivelación hacia la indigencia, ni ha de ser buscada con el objetivo de garantizar la simple supervivencia de un sistema político y social que ha entrado en crisis. Una política de austeridad, al contrario, ha de tener el objetivo –y es por eso que puede y ha de ser conducida por el movimiento obrero – de instaurar la justicia, la eficacia, el orden y, añado, una nueva moral.

Concebida así, una política de austeridad, a pesar de que comporte (necesariamente, porque está en su naturaleza) ciertas renuncias y sacrificios, adquiere al mismo tiempo un significado renovador y se convierte en un acto liberador para la gran masa, sometida a viejas servidumbres y a intolerables marginaciones, creando una nueva solidaridad.

Ausencia de vigor y coraje en las políticas de austeridad gubernamentales.

Las políticas de austeridad están siempre viciadas por la falta de vigor, de coraje, de ambición. Por ejemplo: no se ha sabido aún suscitar el necesario movimiento de opinión contra el despilfarro. Contra el derroche en sentido directo, que son aún enormes (si se piensa en la energía o la sanidad) y contra el derroche en sentido indirecto, como el que se deriva de la falta de control en las escuelas o la administración pública; de aquellos derivados de la imprevisión: de los enormes errores cometidos en las políticas del suelo, del territorio o del medio ambiente, o del abandono de las políticas de investigación. Es un amplio abanico de acciones que se han de emprender contra el despilfarro y a favor del ahorro, que tendrían necesidad de estímulo, de iniciativas continuadas por parte del gobierno que supiera reflejar verdaderamente el indispensable sentido de cambio político y moral de la sociedad.

En lugar de esto, los representantes de las viejas clases dominantes y muchos hombres de gobierno, cuando llegan a él, sólo se esfuerzan en devolver al país a las mismas vías que conducían al tipo de desarrollo económico de antes de la crisis. Como si aquellas vías y aquel modelo de desarrollo pudieran representar aún hoy un ideal de sociedad y, más aún, como si la crisis de estos años no hubiera sido precisamente la crisis de aquel modelo de sociedad.



[1] He traducido párrafos enteros, eliminando los relativos a temas de política interna italiana de aquel momento, e intentando mantener la globalidad del discurso sobre la austeridad.

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