BEATUS ILLE (cast)

Esglesia 1Dice el diccionario: Beatrificación: “Declaración solemne con que el Papa afirma que determinada persona, muerta con fama de santidad, es digna de ser venerada públicamente”. Y también: Mártir: “Persona que padece tormento o muerte por causa de su testimonio de Jesucristo”.
Bien, ahora que sabemos de qué hablamos, quisiera comentar la ceremonia en la que, en Tarragona, 522 “mártires” serán nombrados “beatos” (http://www.beatificacion2013.com/). Es realmente sorprendente la cantidad de personas que coinciden en ambas definiciones. Si vamos a la mayoría de diccionarios, encontraremos también que, por extensión, el concepto “mártir” se aplica a quién muere o padece en defensa de otras causas o creencias.
Las barbaridades que se cometieron en el bando republicano, como el asesinato de numerosos religiosos, fue mayormente al inicio de la guerra, cuando un golpe de estado ilegal (y con el apoyo de la Iglesia), creó una crisis y un vació de poder gubernamental. Y fue patente que lo que se quería eliminar era, también y por encima de todo, sus causas. Excepto casos particulares, no eran el padre Pedro o fray Pablo los que los asesinos querían masacrar, era la causa que aquellos habían hecho crecer, consolidarse y penetrar en lo más hondo de las clases desfavorecidas: la resignación, la obediencia servil, mediante las amenazas del pecado, el infierno y la marginación social; la connivencia con los caciques locales; el control de una enseñanza clasista; la ostentosa riqueza de la jerarquía. La situación en España y en Europa se había llevado, por parte de las clases dirigentes y de políticos cortos de miras, a un punto de no retorno, a un “o tú o yo”, dónde la única salida era la eliminación del contrincante. Las brutalidades se extendieron por todo el continente. Sólo un par de años después, también Franco, con el mismo planteamiento, quiso borrar una idea, un modelo de sociedad: el de la educación igual y libre, la del espíritu crítico, la de la dignidad del hombre por encima de posesiones y honores sociales. ¿No sería otro tipo de “beatificación” el reconocimiento por parte de las autoridades competentes (es un decir), del “martirio” de tantos y tantos maestros, intelectuales, políticos o simplemente gente como nosotros, que fueron asesinados por haber mostrado en algún momento de su vida una adhesión a la causa republicana? ¿No encontraríamos más de 500 entre los más de 100.000 masacrados por Franco en la postguerra?
Es sorprendente la presencia del President de la Generalitat en un acto tan tendencioso, mientras ha reducido a la miseria y a la anécdota a la memoria histórica. Uno de sus predecesores, Lluís Companys, posiblemente no fue un modelo de gestión política, con actuaciones más bien chapuceras, pero fue, sin lugar a dudas, un mártir. El señor Artur Mas, por lo que se ve, no coincide en la segunda característica, y ofende la memoria de quién no ha visto ni tan siquiera anulado su injusto y prefijado juicio, asistiendo a un acto unilateral.
No defiendo, ni mucho menos, lo que se les hizo a los 522, ni tampoco lo justifico. Se trata de crímenes abyectos. Pero si miramos las biografías de muchos de ellos, podremos sacar la conclusión de que fueron víctimas de las circunstancias (no huyeron a tiempo, o no encontraron cobijo como muchos de sus obispos), y sobre todo de la política y la gestión de la Iglesia durante siglos. No era la fe en Cristo lo que querían matar los asesinos, lo que realmente querían era destruir uno de los pilares más consistentes de la sociedad corrupta e injusta que estaban padeciendo. Y de la defensa de aquella fe, la Iglesia no hizo virtud, sino pecado al utilizarla a favor de los poderosos más arrogantes. Como decía Unamuno (citado por mossén Josep Ma Llorens, en su “L’Església contra la República espanyola”): “Para ellos (la oligarquía y la aristocracia), la religión no es algo para consolar al pueblo, sino aquello que utilizan como freno para contener a las masas, un método para conservar el orden en sus negocios”. Y el freno reventó.

Más o menos como ahora, cuando se aprovecha una situación política de prepotencia de la derecha más radical (asistente a la ceremonia), para hacer un acto que sólo servirá para reforzar el convencimiento de sus fieles en la bondad de las decisiones que ésta está tomando en detrimento de la mayoría de los ciudadanos.

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