¡DEJADNOS DESCANSAR EN PAZ!

He hecho diversos artículos sobre la prisa actual por pasar dinero público a bolsillos privados. No siempre la derecha más rancia estará en el poder, y han de aprovechar la oportunidad, ahora reforzada por la debilidad de unos socialistas que deambulan como una gallina con el cuello cortado. Sigo con el tema, ahora con matiz local.

En Reus se quiere privatizar la empresa municipal encargada de los Servicios Funerarios. Es la única que hay en esta ciudad de unos 100.000 habitantes. A pesar del mal yuyo del negocio, me permito hacer algunas reflexiones:

En primer lugar, analizar el factor eficacia, que los partidarios de la privatización ponen a menudo sobre la mesa: “No hay malos negocios, si no negocios mal llevados” dice un refrán. Y estos pueden ser privados o públicos. Es verdad que algunas empresas públicas hacen aguas (normalmente por dos factores: la frivolidad en el gasto y la contratación compulsiva para favorecer gente cercana o ensalzar la imagen del contratante). Pero es que muchas empresas privadas también lo hacen, como podemos ver en los casos típicos de Ruiz Mateos (que tanto perjudicó a Reus y su comarca), García Ferrán y tantos otros, dónde a la mala gestión se han añadido en ansia de enriquecimiento y aumento de poder personal. Una empresa que quiera ser sólida, ¿cómo puede poner coto a tales desmanes? Con un control estricto de la gestión. ¿De acuerdo? Pues éste se puede hacer (¡se ha de hacer!) en los dos casos, pero siempre será mucho más factible en un ente público que en uno de privado.

Por otra parte, y como he dicho, los Servicios Funerarios son hoy un monopolio municipal. Y que da beneficios. Beneficios que hasta hoy han significado mejores y más baratos servicios en otras áreas de natural deficitarias, o sea que han revertido en beneficio de todos los habitantes de Reus. Una de las razones que se aducen para privatizar el servicio es que existe el riesgo de que los posibles compradores (¿están ya preparados?) monten una empresa similar en paralelo. ¡Perfecto, adelante! ¿No dicen los promotores del liberalismo que la competencia es buena? ¡Pues venga! La presencia de un servicio público garantizará la contención del privado. Pero no pasemos a manos privadas un monopolio, porqué quien saldrá malparado será el usuario (en este caso, todos por desgracia).  Si en el caso de competencia ya existe el ansia de maximizar los beneficios en perjuicio del servicio, imaginémonos el caso de un monopolio (ya que la preservación de este privilegio será una de las condiciones). Se perderá el control y el beneficio público.

Es un caso paradigmático. Un negocio seguro (Lex est, non poena, perire –morir es una ley, no un castigo, dijo Séneca) y rentable. Si hay un control de funcionamiento, de las contrataciones y de la austeridad en general, aún lo será más. Y los beneficios podrán revertir en el municipio o sea a todos. Y si se vende (pan para hoy, hambre para mañana), ¿a quién beneficiará? A unos pocos accionistas que se lucrarán con el monopolio, y por lo tanto tendrán cogidos por el cuello a los consumidores. A la ley inevitable se añadirá el castigo de un uso más caro y controlado por unos pocos.

Finalmente, y siguiendo con el paralelo de la muerte, hay la irreversibilidad del hecho. Si es factible (y lo es, dado que la derecha abusa de ello cuando alcanza el poder) pasar negocios públicos a bolsillos privados, difícilmente se hace el proceso inverso, y menos cuando hay beneficios. Sólo se realiza (Bankia), si existen pérdidas. Podría llegar el caso de que en el futuro, y ante una hipotética mala gestión privada (que la hay, y mucha), la Funeraria acarreara pérdidas a sus dueños y consecuentemente el servicio no fuera el adecuado; ¿se pensaría entonces en volverlo al ámbito público para mejorarlo? No es cosa de reír. Es lo que pasa en el conjunto del país. Se transfieren las actividades rentables a manos privadas y se dejan las deficitarias en manos del Estado. Incluso se llega más lejos, ya que también se esfuerzan en desprestigiar a los servicios públicos que quedan (enseñanza, sanidad), con el fin de empujar a los eventuales consumidores, con medios para ello, a pasar a los servicios privados paralelos, agravando más aún la situación.

En resumen, si el esfuerzo que se está haciendo en encontrar amigos capitalistas que acudan gustosos a las privatizaciones, se hiciera en el sentido de controlar mejor la gestión de las empresas públicas, éstas serían aún más rentables y aportarían los ingresos necesarios para no tener que implorar privatizaciones. ¿Es la situación municipal tan desesperada que menosprecia los elementos de rentabilidad presente y futura?

¿Cuius vulturis hi erit cadáver?  (¿De qué buitre será este cadáver?), pregunta que pronto nos haremos, como hizo Marcial en la antigua Roma, ante la muerte inexorable de los servicios públicos.

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