CONSTITUCION ESPAÑOLA DEL 2011

No es aceptable una reforma de la, hasta hoy intocable,  Constitución planteada con una prisa histérica, en verano, i en unos momentos de vacio gubernamental y periodo preelectoral.

Es obvio que esta última barrabasada del agónico gobierno se  debe a las presiones del tándem franco-alemán. Pero las mismas presiones reciben otros países de deuda dudosa y no por eso reforman a toda prisa su  constitución. Por lo tanto, cabe pensar que habría tiempo para hacer las cosas  correctamente.

Y hacerlas bien querría decir abrir un proceso  constitucional. Que las elecciones del próximo día 20N fueran para establecer  una Asamblea Constitucional, como único objectivo. Los programas estarían así  centrados en los puntos que se sugerirían cambiar –desde la deuda a las autonomías, de la monarquía al sistema electoral.

Es obvio que los dos partidos mayoritarios han agotado sus  propuestas. Son estructuras obsoletas, que los años han ido poniendo en manos de grupos de presión cada vez menos interesados en una verdadera democracia.
Pero es que además, con el actual sistema electoral tan favorable a sus  intereses, la situación se puede alargar hasta la degradación profunda de nuestro sistema participativo.

Si la II República consiguió redactar una constitución, que  ponía al día un país que se había ido marchitando bajo un ancien régime patético, en un plazo relativamente corto -75 dias,  menos de lo que falta para el 20N -, hoy en día no sería difícil el hacerlo.

Si después de los debates, en un periodo de menos de seis  meses, se promulga la Constitución Española del 2011, se habría hecho dentro del mismo año del dictado Merkel-Sarkozy, por lo que cabe imaginar que nuestros  nuevos amos quedarían suficientemente satisfechos.

Parece utópico, pero aún lo parece más que en unos meses  preelectorales, guiados por un gobierno desacreditado y dominados por una oposición sin otro discurso que el catastrofista, se sea capaz de evitar un  desaguisado, cambiando sólo un apartado de la Constitución de 1978, y dejando  intactos muchos otros que fueron redactados bajo la alargada sombra del  franquismo, que por lo que se está viendo estos días, 33 años después, no está  aún enterrado ni mucho menos.

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