¿QUÉ INDEPENDENCIA?

En Cataluña, el próximo 11 de septiembre, habrá un sentimiento generalizado según el cual, si fuéramos independientes, nos iría mejor. Hasta aquí, nada a objetar. Si lo vemos al revés, tampoco: Lo que estamos viviendo supera la peor de las expectativas. No podemos ir peor en el aspecto social, en el político y también en el de la gestión de la crisis. Pondré un ejemplo, pero ya quiero avanzar que es un sarcasmo, una burla, que los que están degradando el nivel moral y social de nuestro pueblo; los que están obcecados en proteger las rentas altas mientras se encarnizan arrogantemente con los menos afortunados; los que se humillan hasta el ridículo en Madrid para conseguir fondos que cubran deudas financieras y no mejoren el estado precario de la sociedad, que éstos se quieran postular como protagonistas de un paso a mejor, es un escarnio. Quizá se pueda hacer este paso, quizá, pero no con los tan mal nos están gestionando. No, no caben en una manifestación que sea sincera en sus reivindicaciones.

Y ahora la historia verídica: Visita de un Conseller a un centro de servicios imprescindibles. No doy más detalles, pero así sucedió. Una semana antes se pintaron todas las instalaciones y se recibió una visita del servicio de seguridad, gastos prescindibles. El día de la visita, presencia previa de nuevo de los de seguridad y después del equipo de protocolo, más gastos prescindibles. Detrás, el Conseller con el séquito versallesco habitual.

La visita fue satisfactoria, llena de reverencias, sonrisas cómplices y golpecillos en la espalda. Aparentemente, todo funciona a pesar de haber reducido drásticamente el personal. El Conseller quedó convencido de la bondad de sus recortes y marcha ufano, con una sonrisa de autosatisfacción, mientras el personal que aún queda, con su sueldo reducido, aprieta los dientes.

Recuerdo que durante el servicio militar, una vez al año venía el capitán general. Días antes se llenaba la piscina –lo que significaba no poder ducharse en una semana -, i también se clavaban –no plantaban, clavaban  -, frondosos árboles que se arrancaban el día después de la visita. El general, como el Conseller, también se iba ufano: sus soldados, formados bajo la agradable sombra de los precarios árboles, harían después natación, manteniendo así el espíritu militar. Pero ellos también apretaban los dientes.

No, no quiero que me manden personajes bluf, con miedo cerval a ser agredidos -¿alguien se ha preguntado nunca si es precisa tanta seguridad para personajes de miedo pelo? -, rodeados de guardaespaldas y protocolos que avivan el incienso. No me los querría encontrar en la manifestación. Y como han dicho que irían, quién no irá soy yo. No es la Cataluña que quiero.

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